El auto limpito

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Hace un tiempito, salió reluciente mi vehículo del taller luego de que le repusieron un alerón lateral que había llevado el raudal y lo limpiaron de forma impecable (ojalá fuera el de la foto, jeje... Pero está limpísimo).

Y supongo que también a ustedes les pasa, que cuando su vehículo esta limpito, recién lavadísimo, disminuyen la velocidad para no ensuciarlo de nuevo (más aún si nosotros mismos fuimos los que lavamos el vehículo, claramente).

Fue entonces que me di cuenta de que en nuestra vida espiritual pasa exactamente de la misma manera. Una vez que nos confesamos y recibimos el perdón de Dios, quedamos limpitos y hacemos un esfuerzo extra por no volver a ensuciarnos (tan rápido por lo menos). 

De esta forma, por experiencia propia, descubrí que es el realmente así; desde que empecé a participar todos los días de la Misa y comulgar diariamente, debía estar limpito también yo para recibirle al Señor en cuerpo, sangre, alma y divinidad. 

Por supuesto, esto me lleva a hacer un mayor esfuerzo para no fallarle (eligiendo el pecado, el mundo y/o la carne por encima de mi fidelidad a Él), y me lleva también a que las veces que me ensucie, acuda rápidamente a su santa limpieza e incluso evitar acercarme a esos charcos que tal vez pasando despacio no me ensucien, pero hay grandes posibilidades de que me ensucien igual.

Invitaciones para hoy y para cada día:

  1. Analizar con serenidad cuáles son esos son charcos que nos ensuciaron y que frecuentemente suelen ensuciarnos.
  2. Acudir a la fiesta de la Santa Limpieza del alma (sacramento de la Reconciliación), para dejarnos amar y limpiar por Él, como si nunca nos hubiéramos ensuciado antes por nuestras faltas.
  3. Pedirle constantemente al Señor que nos regale el amor y la fuerza para elegir serle fiel en cada ocasión y así permanecer limpitos hasta el fin.

Espero que tengas un excelente día, que Dios te bendiga y la Virgen te acompañe.

Abrazo en Cristo,

Marco.