El encierro

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Hoy sábado 21 de marzo, me desperté pensando que no da tanto gusto estar encerrado y fui a la cocina, me serví un vaso de agua mientras me vino a la mente lo que dijo un señor que llamó al programa de televisión que se estaba transmitiendo ayer a la noche para preguntar: "si quién se acordaba de los presos, de las personas que se encuentran privadas de su libertad pero siguen siendo personas".

Bueno, justamente ayer Francisco en su homilía de la Misa que celebró hace 2 días nos invitaba a acordarnos de ellos y rezar por ellos, así también por las personas que trabajan en las cárceles.

Me tocó muy de cerca este tema porque durante un retiro al que asistí el día 29 de febrero este año, fue una mujer que se encuentra privada de su libertad a compartir su testimonio. Ella se encuentra próxima a conseguir su libertad.

Quiero compartirles un resumen de lo que nos dijo: "yo soy el testimonio vivo de la Misericordia de Dios, yo soy el testimonio vivo de lo que hace Corazón Libre (un programa de voluntariado que empezó en el Movimiento Peregrino). 

Cuando uno se equivoca, tiene sus consecuencias, tanto con la ley de Dios como con la ley de los hombres, pero con Dios uno se confiesa y te libra de tus culpas, con la ley del hombre uno cumple su condena, pero al salir la gente te sigue juzgando, nunca te levantan el castigo, te tachan de criminal, de delincuente, no te dan una segunda oportunidad.

Yo lo perdí todo al entrar acá, mi casa, mi auto, mi trabajo, pero al perder todo, gané todo: aprendí a no juzgar a las personas. Yo era la primera que desde afuera decía por los crímenes que veía en la tele: "que se pudra en la cárcel", hasta que me tocó estar adentro. Y ahí me di cuenta que son personas.

Cynthia Rolón, condenada a 24 años de cárcel por el secuestro y muerte de Amín Riquelme, fue como mi mamá estando ahí dentro. Fue mi compañera, durante 4 años fue mi compañera de celda y fue ella la que me ayudaba cuando tenía migrañas. Hasta que un día tuvo un aneurisma en el cerebro y falleció. Para la gente de afuera, eso fue un motivo de alegría: "Una escoria menos". Para nosotras, se murió una amiga, un compañera, una madre de seis hijos.

Es muy fácil ir a un hogar de niños, o a un hospital a ayudar, a la cárcel nadie quiere venir, por miedo, por discriminación o por otros motivos.

Nosotros pensamos que nos nos afectan las personas que están en las cárceles. Que no son nuestro problema, pero tarde o temprano nos afecta. Yo tengo un hijo, que puede el día de mañana ser el novio de la hija de alguno de ustedes. Y si yo influyo negativamente en él, puede influir en ustedes, porque su hija le puede amar a mi hijo y les va a afectar.

Cada vez que yo influyo en una persona privada de su libertad, estoy influyendo de entre 20 a 35 personas que están alrededor de esa persona. Hay en Paraguay en total aproximadamente 15.000 personas privadas de su libertad, así que si le ayudamos a todos ellos estaríamos ayudando aproximadamente a 400.000 personas en nuestro país.

Yo se que hay gente que no quiere cambiar y no les importa nada, pero hay personas que sí queremos cambiar, que sí queremos otra oportunidad. . Por eso les pido que nos den una segunda oportunidad, y a algunas una primera oportunidad, ya que antes nunca le habían dado una."

Fue muy fuerte verle a esa mujer que se equivocó hablar de esa forma, ella contó que es ingeniera comercial pero aprendió a hacer peluquería y hoy vende bocaditos por pedido. Dijo que es muy difícil para ella dar ese testimonio, pero que quiere poder ayudarles a todas las personas privadas de su libertad.

Hoy nos toca preguntarnos a nosotros, que hacemos nosotros por las personas privadas de su libertad.

Y no solamente de su libertad física, hay personas privadas de su libertad psicológica y de su libertad espiritual. ¿Qué hacemos para ayudarles a recuperar su libertad, para salir del encierro?

Muchas veces lo que hacemos es lo mismo que con la libertad física, decir: "no es mi problema" o "es una persona tóxica, tiene que aprender" para luego alarmarnos y llorar por la cantidad de suicidios que se dan a nuestro alrededor.

A veces esa persona que sufre del encierro, no es otro, en mi trabajo, en mi facultad, en mi Iglesia, dentro de mi familia misma, sino que somos nosotros mismos los que a pesar de estar libres físicamente nos encontramos encerrados. Un encierro que no nos permite ser felices, que no nos permite tener paz.

Invitaciones para hoy y para cada día:
  • Hacer algo por las personas privadas de su libertad, por lo menos rezar por ellas, y si nos animamos a más, visitarles, llevarles cosas necesarias para la subsistencia, devolverles la dignidad de personas.
  • Analizar que me mantiene en el encierro a mí, qué es eso que me impide ser feliz, alcanzar la paz y amar a las personas.
  • Pedir a Dios que nos LIBERE y nos SANE de toda herida que nos mantiene atados, que nos dé la fuerza para vencer aunque sea de a poco, que sea Él mismo el que venza en nosotros y nos regale la LIBERTAD.
  • Pedir a Dios que ablande nuestro corazón, que arranque ese corazón de piedra y nos de un corazón humano, un corazón como el Suyo para sentir, para matar la indiferencia y AMAR.

Espero que tengas un excelente día, que Dios te bendiga y la Virgen te acompañe.
Abrazo en Cristo,
Marco.